martes, 3 de abril de 2007

Tierra prometida

Estoy cansada y hace frío.

He perdido la cuenta de las horas pasadas, eterno cada minuto desde el primero hasta el último. El hambre muerde mis entrañas, intento concentrarme en entregar el poco calor que queda bajo la ropa empapada al bebé que abrazo con todas mis fuerzas; su madre, inmóvil y fría le aferraba entre los brazos ateridos,- rígidos ya-, y de ellos lo arranqué cuando su llanto comenzaba a provocar miradas furiosas. Ahora soy yo quien siente al frío hacerse con mi cuerpo, noto la sangre que forcejea cada vez más para correr por mis venas, el corazón casi sin fuerza, los músculos del estómago contraídos por el hambre y las náuseas que provoca el mecerse alocado de esta barquichuela en la que traemos todo cuanto poseemos: algo de vida y muy pocas esperanzas. Incapaces de hablar, sólo se escucha el deslizar sobre las olas y el entrechocar de dientes,- por frío y por miedo-, lúgubre fondo musical, sombríos compañeros, macabro viaje, aciagos destinos. El bebé busca un pecho en el que encontrará consuelo pero no alimento, apenas puedo sostenerle...es tanta mi necesidad de encontrar una esperanza a la que hilvanar mi vida que creo ver una luz a lo lejos sobre una masa oscura de horizonte sin estrellas. Ahora culmina la maldición con una lluvia que apenas me permitiría ver más allá de mi brazo si pudiese separarlo del cuerpo.

Un ruido ensordecedor remueve el agua como una tormenta del desierto y desde una luz cegadora una voz que habla en un idioma que no comprendo toma el bebé de mis brazos. Sólo ahora me pregunto si será niño o niña, cuál será su nombre. Creo que no llegaré a saberlo, ya no me quedan fuerzas; las últimas se han ido junto a ese bebé del que nada sé. Las estrellas están en tierra, como miles de hogueras que nos dan la bienvenida. Te habría gustado, mamá, pero no estoy segura de que ésta sea la tierra prometida. Una chica de ojos como el cielo me dice algo que no entiendo, su sonrisa me abraza. Me gustaría mirarla un poco más pero los párpados me pesan. 

Estoy tan cansada y hace tanto, tanto frío...

María Martín ©

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