miércoles, 30 de junio de 2010

Crónicas Chilangas II. (Si andas perdida, no tomes un taxi)

Y menos lo cojas. Aquí no se puede coger nada. Bueno, puedes coger y te pueden coger, pero sólo si quieres un buen polvo, o no tan bueno, pero polvo. Que coger es follar, vamos. Y menudo embrollo. Hasta que no he llegado aquí y he tenido que evitar el verbo de las narices, no había sido consciente ( ¿cómo, para qué ?) de la cantidad de cosas que cogemos en España ( y que aquí toman o agarran y si yo tengo que agarrar un bus me meo de la risa, vamos). Al cabo del día cogemos una rebeca si hace frío ( ni pensar en coger chaquetas o sería el acabose porque una chaqueta es una paja y lo que faltaba era eso...), cogemos taxis, el metro, el bus, resfriados si anduvimos destapadas, el paraguas si llueve. Cogemos frío, y cogemos el avión. Lo cogemos todo. En España, parece ser, todo es follable. Y así vuelvo al tema, porque en el DF , si te descuidas tantito, como andes en taxi,- lo tomes o lo cojas-, date por follada; o por cogida.

He tenido que olvidarme de esa idea de "pues si no doy con el sitio, que me lleve un taxi" . ¿En el DF? ¡Ja! ¡Ja, ja y ja!

- Buenas tardes señor, a la Calle Marsella , por favor.

-¿Mandeeeeeee?


Y yo, despacito, porque aunque siempre he creído que hablo un castellano inteligible parece ser que no :

-A la Calle Marsella, por favor , si es tan amable.

-¿Y eso dónde cae?

-¿Perdón? (Casi digo "Mandeeeee" . No puedo creerlo, ahora ni me entienden ni entiendo, al final la Zalamarqueza va a tener razón y he venido a aterrizar en la China Popular en lugar de en la Ciudad de México)

-La Calle Marsella ¿dónde está?

-¿Y yo que sé, señor?

-¿Y cómo quiere que la lleve si no sabe dónde va?

(Joder, tontolculo, y si supiera dónde voy ¿para qué mierda quiero yo un puto taxista y un puto taxi?)

-Disculpe, creo que si no sabe dónde llevarme quizás debería parar el coche y permitirme bajar ¿no le parece?

Tras un frenazo, dos o tres resoplidos y el intento de cobrarme algo(las llevas claras, tiofeo), para y me bajo. No sin mucho esfuerzo consigo parar otro taxi que parezca que no está camino del desguace. Pregunto -algo mosca ya- antes de subirme:

- Voy a la Calle Marsella en la Zona Rosa ¿Sabe dónde es?

- ¿Por Londres?

-Sí, paralela

-Claro, señorita ¿la puedo llevar?

-Oh, sí, claro. Muchas gracias.


Coche en marcha, primer semáfaro y de nuevo duda existencial y mosqueo consiguiente:

- Perdón, señor¿el taxímetro no funciona?

-¿Mandeeeeee?

-(Joer con el mande de los webs!!) El taxímetro, señor, está parado.

- Ah, sí. No funciona hace años.

- ¿Y cómo sabremos cuánto debo pagarle ?


Ante su cara de desconcierto estoy segura de que en todos los años de taxímetro estropeado jamás se ha enfrentado a una pregunata tan peliaguda.

- Pues no se preocupe, señorita, me dá lo que le haya costado la última vez.

Ahora la cara es mía. Flipo, alucino, no doy crédito, me dan tos, risa. Intento ver qué indicio de no ser la primera vez que hago el recorrido ofrezco a este anciano que en lugar de pasear turistas tontas debería andar sesteando, viendo el fútbol o jugando con sus nietos y nietas ( montones, todos en fotitos pegadas a la guantera en portafotos ovalados llenos de polvo, junto a una Virgen de Guadalupe, dos o tres estampas que no reconozco y un rosario que en los baches -cientos- hace un ruido como de cigüeña enfurecida).

Tras media hora o más de recorrido suicida sin semáforos, ceda el paso o stop que le detengan, llegamos a destino. Intento calcular qué pagar. La mano extendida apremia. Pongo en ella 50 pesos. No tengo la menor idea de si es mucho o poco.

Él sonríe. Yo espero haber acertado.

María Martín©

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