lunes, 30 de agosto de 2010

La recherche ¿du temps perdu?

Mira que no me gusta cabrearme. Y que me cuesta. Mira que respiro y cuento hasta diez, hasta cien, hasta mil, hasta un millón. Mira que despertarme y verte sonreir es un antídoto casi perfecto contra el mal humor. Pues ni así.

Al final creo que me cabrearé. Menos que si jugara a La Oca (y deja de tirarte a la que te toca o a la que se deja, leñe, que después nos pasa lo que nos pasa) pero más que cuando me ganas a La Rana (no, el tanteo del Teto aquí no lo diré, chicas, se siente; para más información, busquen al amigo informático). 

No es por el fastidio de cambiar las contraseñas, apuntarlas, recordarlas. No es por tener que perder tiempo en pensar en algo que no nos interesa. Tampoco por la pereza de acudir a la ley con sus quince mil millones de requisitos, ni el latazo de buscar las pruebas que al final nos han dejado carcajadas hasta las lágrimas y se acaba dando por bueno. Por descontado que no es por la lástima inmensa que al final produciría pararnos a pensar qué vacía, inútil, ridícula, absurda y desesperada debe sentirse una persona para dedicar su tiempo a fastidiar al prójimo o a la prójima del prójimo (sí, hija, sí, me refiero a tí ¿contenta?¿satisfecha?¿tu minuto de gloria? bien, me alegro de hacer feliz a alguien más).  Casi ni me importa demasiado que una, cualquiera, ( y ojito a la coma que tiene su importancia), lea mis, nuestros, mensajes privados porque al fin y al cabo tenemos una vida y es normal que a quien no la tiene estas cosas le causen extrañeza.  Besos, te quieros, riñas...hasta las facturas del gas deben resultar apasionantes a aquella que se  levanta y se lanza de cabeza al blog, al Facebook  o al correo de alguien que detesta abiertamente sólo para (no, para cometer un delito no, ese es el daño colateral, pero no el objetivo) ¿joderle, joderse, la vida?. 

Y mira que no me gusta cabrearme. Y que me cuesta. Pero es que llevas un rato esperando en la cama, el mismo que podría estar abrazándote mientras intento acabar esta entrada sin que se me ocurra otra cosa que "Ladran luego...¿son perras?". ¿Es o no es para cabrearse?


Así que este post no lo termino. Ya estoy ahí, cariño. Palabrita. Son los últimos minutos que pierdo en pendejadas.


María Martín ©

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