Decir que no sabes por dónde empezar se ha convertido en la manera más socorrida de empezar cualquier cosa, a hablar, a escribir, y —con las cosas que tenemos que leer hoy— casi a leer.
—No sé por dónde empezar
Y ya has empezado y tomas carrerilla y hala, a largar el discursito de turno. Yo sí sé por dónde empezar, lo que no sé es cuando empiece cómo voy a parar y mientras escribo pienso que quizás mejor me callo y no digo nada, aunque al fin y al cabo, eso es lo que llevo haciendo las últimas líneas. Escribo y escribo y ¿alguien saca algo en claro? No, si yo tampoco.
Bueno, algo sí: Primero, que o cambio el título o esto será lo más dadaísta desde La Cantante Calva ( malditos sean Ionesco y ella que me cayeron en cada examen de Literatura de mi adolescencia). Segundo, que como estoy perezosa no voy a cambiar el título, que se quede dadaísta. Tercero y último, si has llegado hasta aquí, te mereces que el próximo post sea de verdad y no de relleno.
Aunque no juro nada.
María Martín ©
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